domingo, 3 de mayo de 2015

Semana cultural.

 El miércoles se dedicó al desarrollo de un taller sobre educación en valores que impartió la Sta. Antonia.
Lo realizó a través del cuento "Bufanda y flequillo".
Bufanda y Flequillo vivían a una cuadra de distancia. Todas las mañanas, luego del desayuno, Bufanda pasaba a buscar a su compañero para tomar el autobús e ir juntos al colegio.
Conocían el recorrido de autobús hacia meses, y sabían que debía retroceder unas cuadras para tomarlo cuando todavía quedaban dos asientos libres. Los que subían luego debían viajar a pie. A medida que recorrían el barrio, el autobús se iba llenando y llenando como si se volviera redondo. Parecía increíble que pudiera albergar a tanta gente. Los estudiantes con sus carpetas y mochilas, los oficinistas con sus portafolios, y las secretarias con estas carteras tan lindas, pero que ocupan tanto espacio...


Cada vez que subía un anciano, una mujer embarazada o incluso cuando veían a la profesora de Música que llevaba a su hijo a la guardería antes de entrar al colegio, ellos se hacían los dormidos. Bufanda (de ahí viene su nombre) aprovechaba la hermosa prenda multicolor que cubría su cuello (y que con tanto amor le había tejido su abuela) para esconderse dejando ver solo las pestañas. A Flequillo, en cambio, sus largos cabellos le servían para ocultar su rostro hasta el mentón.


Y los que cedían gentilmente sus asientos eran siempre los mismos; una niña de último año, el empleado de la librería, la muchacha de la estación de servicio...

Una mañana, cuando ya habían pasado todos los “peligros”, es decir, cuando todos los que debían sentarse ya lo habían hecho sin que Bufanda y Flequillo tuvieran que pararse, los dos niños conversaban alegremente. Pero en una parada les pareció divisar por la ventanilla que, sobre la acera, había más gente esperando que la habitual. Entonces ¡a dormir de nuevo! 
Un señor mayor subió ayudado por un bastón.

Ya se levantará la rubia del primer asiento, pensó Flequillo, y así fue.

¡Uy! Sube una señora con un bebé en brazos... Sí, pero todavía está la niña de gorro rojo; ella siempre se levanta, dijo para sus adentros Bufanda sin equivocarse.

Una señora mayor subía con mucha dificultad llevando una enorme bolsa con un tejido. Bufanda y Flequillo se escondieron aún más, sabiendo que ahora sí les tocaba a ellos.

Nadie le cedió el asiento a esta dulce anciana. Fue entonces cuando el chofer tuvo que detener el autobús y dirigirse a los pasajeros.

-A ver si alguien le da asiento a esta señora... Tú, el de la bufanda, ya sé que no estás durmiendo; todos los días te veo hacer lo mismo.

Bufanda se restregó los ojos haciendo como que se despertaba por los gritos del chofer. Hubiera querido seguir actuando, pero los ojos de la abuela que los miraban no se lo permitieron.




El miércoles también fue el día dedicado al programa bilingüe. Por ello se proyectó la película de "Los tres cerditos" en lengua extranjera.



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